Una vez, un mangangá y una luciérnaga se encontraron. El mangangá estaba triste, porque no podía brillar como la luciérnaga. La luciérnaga le dijo: "No te preocupes, yo te enseñaré a brillar". Así que, la luciérnaga le enseñó al mangangá cómo brillar. Y desde entonces, el mangangá ha estado brillando igual que la luciérnaga.