Adriana Puiggrós - QUÉ PASÓ EN LA EDUCACIÓN ARGENTINA - Breve historia desde la Conquista hasta el Presente

 Adriana Puiggrós

QUÉ PASÓ EN LA EDUCACIÓN ARGENTINA

Breve historia desde la Conquista hasta el Presente

Galerna

 

Cultura y educación en la Colonia

El clima cultural de la época

En las décadas anteriores al descubrimiento de América el Renacimiento, surgido en Italia, se extendía al resto de Europa y estaba transformando la cultura occidental. Se ensanchaban los conocimientos sobre la Tierra y el cosmos y se producían contactos intensos entre los pueblos con motivo de los concilios religiosos y del comercio entre Oriente y Occidente. El movimiento humanista penetraba los círculos reales españoles. En la corte castellana, la reina Isabel y los infantes asistían a las lecciones de Antonio de Nebrija, profesor de retórica en la Universidad de Salamanca y autor de la primera gramática española. Pero el refinamiento de los intelectuales que participaban del poder no evitó que la consolidación de la unidad española se hiciera expulsando a moros y judíos a comienzos de 1492. Aquella unidad se asentó en la homogeneización ideológica y cultural, como parte de la cruzada por la unificación cristiana del mundo. España renunciaba así a incorporar culturas que la hubieran ayudado a entrar en la modernidad. Mientras la reina recibía lecciones de latín e historia de doña Beatriz Galindo, "la latina", y las universidades de Alcalá y Salamanca abrían lentamente sus puertas a las nuevas ideas, una incipiente burguesía industrial y comercial crecía en Barcelona, en tanto que el pueblo español seguía sumido en el atraso. La conquista y colonización de América, lejos de llevar a España el progreso y estimular la modernización, desviaron el camino de su desarrollo. España se endeudó para conducir la empresa americana. Pero las riquezas que extrajo de América pasaron por su territorio para ir a las arcas de los banqueros alemanes y financiar el desarrollo capitalista del resto de Europa. Durante la segunda mitad del siglo XV la vida cultural era intensa en el cono sur americano, aunque los europeos ignoraran su existencia. Las etnias de lengua guaraní-abá, parientes de los avanzados tupíes, ya no vivían de la caza y de la recolección de plantas selváticas, pues habían llegado a ser agricultores. Varios grupos de guaraníes (carcaráes, cainguás, guaraníes de las islas) se iban extendiendo desde el Amazonas hacia el Río de la Plata, sometiendo o expulsando a pueblos como los caigang, recolectores de miel, de algarroba y de la Araucaria angustifolia, fruto del pino de Misiones. Los chiriguanos, otros migrantes del grupo dialectal guaraní-abá, habitaron el Paraguay. A principios del siglo XVI emigraron a Bolivia y desde allí bajaron hasta Salta. En el Litoral vivían también los chanátimbú, agricultores, cazadores y pescadores de origen amazónico, así como numerosos grupos que no habían incorporado totalmente la agricultura. Los chamanes guaraníes no eran tan sabios como los grandes sacerdotes aztecas, ni astrónomos como los mayas, ese pueblo mesoamericano misteriosamente desaparecido años atrás. Tampoco sabían construir diques y acueductos ni grandes ciudades como los incas y los europeos. Pero poseían un conjunto de saberes importantes: provocaban la lluvia y la fertilidad y profetizaban el futuro; cuidaban la tradición y el poder gerontocrático, bajo la protección de Tupa, la divinidad principal. Educaban sistemáticamente, aunque no llegaron a institucionalizar la función educativa, como los aztecas en los calmécac y los telpochcaili o templos-escuela, y como los incas en los ayllus. Los pueblos guaraníes guerreaban con sus compatriotas en el siglo XV, pero no más que los europeos entre sí. Al mismo tiempo los grupos guaraníes constituían una unidad lingüística y una civilización bastante

homogénea con una organización política sencilla y poco estratificada. Igual que la población del Litoral, los habitantes del Noroeste Argentino eran producto de un profundo mestizaje cultural. Dos décadas antes de la Conquista los cientos de miles de indígenas, en su mayoría de origen diaguita, que habitaban el Noroeste Argentino fueron sometidos por el imperio incaico. Alrededor de 1480 los incas llegaron al Noroeste Argentino y produjeron grandes transformaciones: cambiaron el lugar de residencia de pueblos enteros para garantizar su sometimiento desorganizando profundamente su cultura; establecieron una nueva disciplina de trabajo para los agricultores ceramistas de la zona; introdujeron pautas de planeamiento económico y avances tecnológicos. Todo ello implicó un enorme proceso educativo que articuló el mosaico de viejas culturas, dañadas por la acción destructiva de los conquistadores, con la cultura invasora. La lengua común de los valles y quebradas del Noroeste (desde Salta hasta San Juan) era el kakdn o diaguita, que tenía variantes dialectales. Existían en la región muchos dialectos, cuyo origen no está aún claro. Los incas, los conquistadores y los misioneros usaron el quechua como lengua franca y la impusieron a los pueblos conquistados. Los jóvenes aprendían el quechua, que se difundió como lengua común y pública, y así se conectaron los sectores antes dispersos. Se trataba de una lengua que servía para las actividades que realizaban los hombres, por lo cual no era habitual que la hablaran las mujeres. Los incas usaron en gran escala la fuerza de trabajo de los pueblos conquistados para construir caminos que vincularan a los poblados con el corazón del imperio; introdujeron nuevas formas de transporte, ensancharon las poblaciones introduciendo nuevos criterios urbanísticos y llevaron a la zona alfarería importada que influyó comercial y artísticamente sobre la local. Los conquistados siguieron transmitiendo a sus hijos fragmentos de tradiciones resistentes mediante los relatos, las costumbres y las creencias, pero la huella pedagógica que dejaron los incas fue definitiva. Al finalizar el siglo XV, en las sierras centrales del territorio argentino vivían horticultores. Tenían una alfarería menos desarrollada que la del Noroeste y representaban una transición entre las culturas de aquella zona y las más atrasadas del Sur. Los tehuelches patagónicos, los tobas, los matacos chaqueños y numerosos grupos dispersos en casi todo el territorio conosureño evolucionaban al correr de su propia actividad educativa y de invención o de los aportes e imposiciones de otros pueblos. Poco antes de la llegada de los españoles la historia educacional corría por canales propios en América. En el Norte,/el emperador azteca Moctezuma Ilhuicamina realizaba una reforma que instauraba un sistema de escuelas muy vinculado a la reproducción de las divisiones sociales, dentro de México Tenochtitlán. La educación no era concebida como una acción masiva que permitiera penetrar mejor en los pueblos conquistados. Las preocupaciones de los aztecas por institucionalizar la educación, lo mismo que las de los incas, se referían a las clases dirigentes. El pueblo aprendía mediante el trabajo, los rituales y las costumbres que le transmitían sus mayores. Los yachayhuasi y los acllabuasi incas eran casas de enseñanza dedicadas respectivamente a la educación masculina y femenina de los nobles. El ayllu era la unidad política y social básica, que también transmitía la cultura. Tanto los jncas. como los aztecas habían comenzado a concebir la educación como una práctica distinta de la política y la religión, aunque muy orientada por ellas. Es así como encontramos rasgos de instituciones decididamente educativas y de sistematización de la enseñanza No se perfila la figura del educador diferenciada del sacerdote, pero los contenidos que se programan trascienden la formación religiosa para internarse en la política el arte de la guerra, la ciencia y la tecnología. En los demás pueblos no se han encontrado rastros de instituciones educativas, pero puede apreciarse que la transmisión de la cultura tuvo orden y constancia. Los rituales fueron un medio para enseñar formas de relación entre ía gente; los mitos permitieron condensar, guardar y transmitir la cultura; los educadores eran siempre los ancianos y se preparaba a los jóvenes para servir a la comunidad.

Las causas de la derrota

Así como los europeos no conocían a los americanos, éstos nada sabían de la existencia de otros países allende los mares. Pero en su imaginario, invasores extraños y poderosos llegaban desde el cíelo o desde los confines de la Tierra. Lamentablemente, no pudieron prever que tales personajes mitológicos se tornarían una cruda y tremenda realidad. Un día el inca Huayna Cápaj fue a visitar el Cerro Hermoso (Sumaj Ocko). Contempló la belleza del oro y la plata que su pueblo había urrancado de las minas de Colque Porco y Andacaba para ofrendar a los dioses. Los incas no poseían la tecnología necesaria para producirlos en cantidad suficiente para comerciar. Se oyó entonces surgir de las profundidades una voz fuerte como el trueno que decía: "No es para ustedes; Dios reserva estas riquezas para los que vienen del más allá". Los indios huyeron despavoridos y el Inca cambió el nombre del cerro, que desde entonces se llamó Potojsi: truena, revienta, hace explosión. Cuando los españoles llegaron, Huajna Cápaj había muerto. Pero seguían presentes viejos mitos, entre los cuales se destacaba el de pachacuti: un concepto que aludía a la inversión del orden ejecutada por una fuerza telúrica que era castigo y nuevo tiempo a la vez. Se refería a la transformación que se producía al terminar un ciclo de quinientos años, momento en el cual se volvía el mundo del revés. Para las etnias andinas la conquista fue un pachacuti. Según algunos autores, la oposición entre vencedores y vencidos, conquistadores y conquistados, ignorantes y cultos, salvajes y civilizados, coincidió con la lógica dicotómica de ese mito, de acuerdo con el cual las partes opuestas de las cosas buscan permanentemente un equilibrio entre sí. Esa misma interpretación explica que las etnias americanas fueran derrotadas por los españoles porque nunca distinguieron entre los míticos visitantes extranjeros que habían imaginado y los barbudos españoles que arribaban montados en animales desconocidos. Por eso, cuando Pizarro llegó al Cuzco montado en un caballo, Atahualpa, hijo de Huajna Cápaj, cayó de espaldas presa de pánico. Las predicciones acababan de cumplirse y nada podía hacer el Inca. En 1532 fue capturado y poco después acusado de fratricidio, idolatría y conspiración contra Carlos V. Fue ejecutado mediante la pena de garrote. Algunos sostienen que los españoles habrían triunfado sobre la ideología de los indígenas. Esta teoría es contrastada con un hecho que impide generalizarla: no todas las etnias americanas se rindieron; las luchas de resistencia continuaron durante cuatrocientos años. Los comechingones y los sanavirones fueron indomables para los incas y dieron combate a los españoles durante siglos. Otras interpretaciones otorgan más importancia a la superioridad de las formas de producción económico-sociales y del desarrollo tecnológico de los españoles -aunque, desde la guerra de Vietnam, ya no puede negarse que los pueblos logran desarrollar formas de defensa efectivas frente a las más avanzadas tecnologías y sobrevivir a las catástrofes usando sus conocimientos-. De todas maneras, el descubrimiento de América no produjo un "encuentro entre dos culturas", sino el mayor genocidio de la historia. Los americanos no murieron solamente bajo las armas de fuego de los españoles, sino como consecuencia de la superexplotación a la cual fueron sometidos en las minas, encomiendas y plantaciones, del hambre, de las enfermedades europeas y del desorden en la ecología, las costumbres y los valores que produjo la Conquista. Los europeos no incorporaron ni el arte, ni la axiología, ni los conocimientos científicos, ni las costumbres de los americanos. Las etnias que sobrevivieron se adaptaron parcialmente a la cultura hispánica, mientras sus chamanes y sus amautas seguían enseñando sus conocimientos medicinales, lo bueno y lo malo, los oficios artesanales y algunos restos de sus derrotadas religiones. Los guaraníes estuvieron cada vez más lejos de la Tierra sin mal en cuya búsqueda habían bajado desde el Amazonas hasta las costas del Paraná. Ya no la encontrarían en la vida, pero en su imaginario, pleno de nociones de justicia y gloria, aquel paraíso seguiría esperando a los hombres cuando llegara el fin del mundo.

Quién educa y quién aprende

Los españoles se instauraron a sí mismos como los únicos con derecho a educar, tarea que identificaban con la evangelización. No solamente consideraban a la hispánica una cultura superior, sino la única formación digna de tal nombre. Sentían que era un deber imponerse a los indígenas, como habían hecho con los moros y los judíos. Que los españoles debían ser los educadores era una cuestión resucita. Pero sobre la naturaleza de los educandos no había consenso. Los conquistadores y colonizadores no comprendieron que los indígenas eran sujetos distintos, con su propia historia, que eran otros. Los clasificaron dentro de sus propias escalas de valores y establecieron con ellos una situación de desigualdad. Unos consideraron que los indios eran bárbaros e inhumanos; otros, que eran salvajes susceptibles de evangelización, de acuerdo con su buena o mala voluntad; otros, que se trataba de buenos salvajes, sencillamente ignorantes de la doctrina católica y de las leyes y costumbres hispánicas. Desde el punto de vista pedagógico, un documento fundamental es el Requerimiento o Conminación a los indios, que escribió en 1513 el jurista de la corona Palacios Rubio y rigió hasta 1542. El documento surgió de una ardua polémica acerca de la legitimidad de la guerra contra los indígenas argumentaba que el Papa, representante de Dios en la Tierra, había entregado parte del continente americano a los españoles y parte a los portugueses. Suponía el texto que los indios no habían sido informados de tal hecho, lo cual se reparaba en ese acto, leyendo el requerimiento en presencia de un oficial del rey, pero sin intérprete. Los indios que se dieran por enterados y aceptaran la situación tras la lectura, se liberarían de ser esclavizados, pero a quienes no lo hicieran se íes prometían tremendas penas para ellos y sus familias, además de la esclavitud. La relación pedagógica entre americanos y españoles se establecía como una relación de dominación. Aceptar educarse en la cultura dominante y bajo la ley del dominador era condición para conservar derechos elementales. Para el jurista Juan Ginés de Sepúlveda, los indígenas eran bárbaro y se justificaba la guerra contra ellos. Para el profesor de la Universidad de Salamanca y teólogo Francisco de Vitoria, indios y españoles tenían derecho a comerciar y comunicarse libremente, pero sólo los españoles podían educar, dado que el Evangelio era de su patrimonio. No concebía que los indios pudieran enseñar a los españoles o que se difundiese en Europa el Popol Vub, el libro sagrado de los mayas. Pero en su obra De Indis concluyó que los verdaderos dueños del Nuevo Continente eran los indios. En 1550, el dominico fray Bartolomé de las Casas mantuvo una ardua discusión con Sepúlveda ante un docto jurado, en Valladolid. El jurado se retiró sin decidirse, pero los fundamentos de las dos posturas quedaron grabados en la historia de la humanidad. Para Sepúlveda, el estado natural de la humanidad era la jerarquía: la desigualdad era el elemento fundante. Para fray Bartolomé lo era la igualdad. El dominico sostenía que los indios poseen las mismas virtudes que los cristianos pero están en un estadio-menos evolucionado, son buenos por naturaleza y deben ser tratados como dice el mandamiento: "Amarás al prójimo como a ti mismo". Los cristianos tienen eí deber de evangelizarlos medíante una relación profundamente pedagógica. La historiografía desarrollada por los jesuítas registra como benefactores de las etnias americanas a Diego de Torres y al padre Ángulo, en el Río de la Plata. En 1609 el general de los jesuítas escribía una carta a Diego de Torres en la cual le recomendaba que los indígenas fueran atendidos en todas sus necesidades de manera tal que los españoles tomaran su ejemplo y tuvieran escrúpulos respecto a conductas contrarias. Mostrando su adhesión a la teoría del buen salvaje, la misma carta decía que los indios debían reconocer los beneficios de pertenecer a los jesuítas. La conquista y colonización de América adquirió características distintas según el tiempo y las diferentes regiones. La acción de los conquistadores no fue homogénea, como no lo era la realidad con la cual se encontraban. Centrándonos en los procesos educacionales, podemos vislumbrar tres grandes etapas: desde el descubrimiento hasta eí Concilio de Trenco, que comenzó en 1545; desde entonces hasta la total expulsión de los jesuítas en 176 desde_ ese acontecimiento hasta Id Independencia, en 1810.  . En la primera etapa se produjeron algunos acontecimientos ¿- v hnportantes, entre los cuales destacaremos: 1500: cédula real según la cual ningún indio puede ser sometido ti la esclavitud. I 503: cédula real que ordena al gobernador Ovando que construya una casa donde dos veces por día se junten los niños de cada población y el sacerdote íes enseñe a leer y escribir y ía doctrina cristiana "con mucha candad". 1509: cédula reaf que indica que cada población que tenga un aiiccrdote debe construir una casa cerca de la iglesia para enseñar a los iiiíios. 1512: cédula real que permite a los franciscanos traer a América dos mil cartillas. 1518: ordenanza de Zaragoza según la cual los hijos de caciques mayores de diez años deben ser entregados a los dominicos y Inmciscanos para ser educados. Pedro de Gante, considerado el primer muestro de América, enseñó en una escuela que respondía a aquella ordenanza; 1536: fray Juan de Zumárraga, obispo de México, y el virrey Antonio de Mendoza fundan el Colegio Imperial de Santa Cruz de Tlatelolco. Durante los primeros cincuenta años de la Conquista llegaron a América aventureros, guerreros y hombres ávidos de riqueza, pero Nimbién visionarios y utopistas. América representaba la utopía de los humjjnis£aa_deLRenacimiento. Rafael Hitlodeo, el narrador de la (Utopía de Tomás Moro, ubica sus viajes en el Nuevo Mundo. Moro', influido por las ideas de Santo Tomás de Aquino, propone en MI obra una sociedad en la cual la religión, la moral, el bien y la virtud estén en la base de un nuevo Estado. Habrá en el país de la inopia igualdad, nueva división del trabajo y una educación novedosamente continua. Fray Bartolomé de las Casas, Vasco de Quiroga y los jesuitas de la región guaranítica sostuvieron ideas semejantes. Todos ellos consideraban a la educación el medio más

importante para lograr una vinculación cultural con los americanos y sostenían que evangelizar era deber de los colonizadores. La obtención del permiso para traer cartillas a América por parte de los franciscanos es muy significativa. Las órdenes religiosas encaraban una tarea inédita: proporcionar una educación masiva y homogeneizadora, que resultó ser la experiencia precursora del sistema educativo moderno. Pero este primer período de la colonización distó de ser reflejo de las utopías igualitarias imaginadas por algunos humanistas. A nuestra región llegaron aventureros que buscaban caminos orientados hacia el oro y la plata que estaban en el corazón latinoamericano. A diferencia de las Antillas, donde se explotó a la población hasta agotarla, en el Río de la Plata y el Litoral se sucedieron enfrentamientos y precarias negociaciones, como las que realizó Juan de Garay con las etnias querandíes y pampas. En el Noroeste había comenzado la guerra de resistencia indígena. ¡Qué asombro causaban entretanto en Europa los relatos de Francisco del Puerto, el grumete sobreviviente de la expedición de Juan Díaz de Solís! Había presenciado la matanza de sus compañeros por los querandíes y sus relatos probablemente fueron los primeros sobre esta zona y sus habitantes. La población europea que vivía en el actual territorio argentino ascendía a dos mil personas en 1570, a las que se sumaban unos cuatro mil mestizos. En ese mismo siglo, la población calchaquí estaba formada por unos veinte mil habitantes. Durante el siglo XVI los españoles fundaron en la misma zona veinticinco ciudades, de las cuales persistieron quince.

La conquista cultural rLos siglos XVI, XVII y XVIII fueron siglos de vaciamiento de    I América Latina: despoja de riquezas, de población, de culturas. Desde el punto de vista educacional, esta segunda etapa estuvo marcada por la decisión de imponer la doctrina cristiana en gran escala, a la vez que lograr la domesticación de los indios como mano de obra. Si

bien el Concilio de Trento confirmó el derecho a la colonización, en 1S50 los teólogos y filósofos reunidos en Valladolid reconocieron el (Icrecho de los indios a ser considerados humanos y redactaron las Leyes de Indias, siri incluir una sola línea sobre la educación elemental. ksc no era un problema de Estado. En 1552 fue la Junta de Prelados de Lima la que recomendó enseñar a leer, escribir y contar, además ilcl catecismoj En 1565 se fundó la primera escuela conventual en Tucumán; en 1572 una real cédula de Felipe II estableció que los gobernadores debían nombrar maestros en todos los pueblos de su jurisdicción. De I 573 data la escuela de Santa Fe, cuyo maestro fue Pedro de Vega; en 1575 llegó con Pedro de Mendoza Francisca Josefa de Bocanegra, i|uien se dedicó a la educación de sesenta mujeres en Asunción. En la fundación de Buenos Aires de Juan de Garay, en 1580, no hay rastros de maestros, pero en 1586 los jesuitas fundaron una escuela en Santiago del Estero. En 1603 encontramos por lo menos tres maestros cu nuestra región: Ambrosio de Acosta, el laico Diego Rodríguez y Francisco de Vitoria. En 1612 se educaba a mujeres en el convento de Santa Catalina de Córdoba; en 1617 los jesuitas abrían un colegio en el actual emplazamiento de la Plaza de Mayo. En 1684 el presbítero cordobés Ignacio Duarte Quirós fundó el Real Convictorio Monserrat ile Córdoba. 'Hemos enumerado una serie de hechos educacionales que muestran la expansión escolax^ie^ipdujejxirüas_Q.rdenes religiosas, d clero secular y algunos maestros laicos.jDebe agregarse un hecho muy significativo para toda la región: la fundación de la Universidad de Lima, que recibió en 1574 el título de Real y Pontificia Universidad de San Marcos. Estuvo a cargo de dominicos y recibió los privilegios tic la vieja Universidad de Salamanca, que databa del siglo XIII. En el 613 el jesuíta Diego de Torres fundó el Colegio Máximo de Córdoba, con la colaboración del obispo Diego de Trejo y Sanabria. En 1624 recibió la autorización papal para emitir títulos de bachiller, licenciado, maestro y doctor por diez años. S^e,transformó definitivamente en universidad en 1634,,cuando el papa Urbano IV la autorizó a otorgar títulos a perpetuidad.

 Los estudios estuvieron orientados por la concepción decanto Tomás de Aquino y de Pedro Lombardo en sus Libri Quattuor Sententiarum, que son una compilación de ideas de los grandes teólogos de la historia acerca de las cosas, los signos, los símbolos, Dios, las criaturas, las virtudes y la salvación. Pedro Lombardo subordinaba las artes liberales (o profesiones) a la teología y secundariamente al derecho. La enseñanza estaba muy alejada de la realidad. Se^ enseñaba medicina en latín y sin realizar disecciones. El máximo acercamiento a la formación profesional fue la división temprana del campo de la salud entre médicos, cirujanos romancistas, poco diferenciados de los dentistas, y los flebotibianos, siguiendo la instrucción de una real cédula de Carlos III. El currículo medieval, condensado en el trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el cuadrivium (aritmética, música, geometría y astrología o astronomía), persistió en aquellas universidades. La Universidad de San Marcos y la de México, fundada en 1551, fueron renuentes a las innovaciones y se enrolaron en el pensamiento de la Contrarreforma. Se dedicaron a mentener la fe y a contribuir a la formación de las jerarquías sociales. Es importante destacar que no existía la noción de un sistema educativo integrado, que recién termina de gestarse en Europa a comienzos del siglo XlXy El nivel medio o escuela secundaria es una creación muy tardía surgida de las llamadas escuelas preparatorias, que eran en su origen extensiones de las universidades. 1 Nos encontramos, entonces, con dos series de instituciones desarticuladas entre sí, que proporcionaban enseñanzas muy distintas. Durante casi dos siglos los únicos establecimientos que proporcionaron educación pública fueron los ayuntamientos. Las escuelas para el pueblo enseñaban las primeras letras y evangelizaban, en tanto las universidades transmitían los saberes cultos. Las primeras ligaban toda la educación al aprendizaje de los elementos de la religión católica y su culto. Sólo en excepcionales casos, como en las misiones jesuíticas, se enseñaba a trabajar formando artesanos y agricultores. En las universidades se formaban los dirigentes políticos y religiosos. Netamente escolásticos, los planes daban prioridad a la teología y el derecho. Los educandos eran los hijos de los funcionarios españoles ycriollos, aunque concurrieron también algunos hijos de los nobles indígenas. En Brasil la situación era distinta. Los portugueses habían decidido (■vitar la difusión de las ideas y la educación. Por eso existieron muy pocos establecimientos educativos y las primeras universidades recién florecieron en el siglo XX. En cambio en la América hispánica en los siglos XVI y XVII se establecieron las bases de un sistema bifurcado que llevó a la educación las diferencias entre salvajes y civilizados, siguiendo con la ideología educativa inaugurada en la escena de los requerimientos.^

Un manotazo del ahogado

En el siglo XVII Europa se vio convulsionada por las guerras religiosas. Después del proceso de la Contrarreforma y de la depresión que azotó a las sociedades de la época, Inglaterra salió fortalecida como potencia hegemónica. Al finalizar la Guerra de los Treinta Años (1620-1650), Alemania quedó destruida; la casa de Augsburgo, que gobernaba en la península desde el reinado de Carlos V (Carlos I de l'.spaña), fue remplazada por la casa de Borbón, que rigió en América desde 1700 hasta la independencia^ Los borbones, más evolucionados que los Augsburgo, estaban muy preocupados por los avances de los piratas ingleses, que no eran otra cosa que agentes comerciales del capitalismo británico. Como gemían también la sublevación de los hispanoamericanos,rrealizaron una serie de_reformas en la estructura política coloniaLrara nuestra región las más'importantes fueron la fundación del Virreinato del Río de la Plata en 1776; la creación de los consulados de comercio y las Sociedades Económicas de Amigos del País; la apertura del comercio libre -aunque limitado a España- y la expulsión de los jesuítas en I767.J ........................ En las últimas décadas del siglo XVII, diezmada la población indígena americana, se importaron a las Antillas gran cantidad de n frícanos esclavizados para trabajar en los ingenios azucareros. Las

minas de la zona andina y de México estaban decayendo. Un importante sector de la población producía para su propio abastecimiento y para proveer a los centros mineros de productos textiles, artesanías y alimentos. En el Cono Sur, la mayor parte de la economía era de autoconsumo, pero había algunos mercados regionales y comenzaba la explotación ganadera extensiva, igual que en el sur de Brasil. "El desarrollo económico, social y cultural de la América hispánica y portuguesa había sido desigual. Se combinaban distintas culturas, distintas formas de producción y de explotación de la mano de obra. También la educación había seguido un desarrollo desigual entre las regiones y sectores sociales, étnicos, culturales y lingüísticos. La población indígena combinaba escasamente sus formas de educar tradicionales con las que aplicaban y difundían los clérigos y maestros laicos europeos. El panorama era un mosaico de modelos educacionales. La expulsión de los jesuitas produj.o un vaciamiento de educadores. Muchas escuelas pasaron a manos de dominicos y franciscanos. La Universidad de Córdoba quedó a cargo de estos últimos. Con las reformas borbónicas, las escuelas elementales sufrieron cambios. Se multiplicaron distintos tipos de establecimientos, aunque solamente para varones. Como decía Mariquita Sánchez de Thompson, 'nosotras sólo sabíamos/ ir a misa y rezar,/ componer nuestros vestidos/ y zurcir y remendar". Las instituciones educativas estaban constituidas por:

Escuelas pías: gratuitas y elementales, dependientes de las parroquias, dirigidas a la población indígena y mestiza. Escuelas de los conventos: daban una enseñanza más avanzada que preparaba para ingresar a las universidades. Escuelas de los ayuntamientos: dirigidas a la población pobre de los poblados y ciudades. Escuelas del rey: eran las antiguas escuelas de los jesuítas, que a partir de su expulsión fueron costeadas por los cabildos y los padres. Escuelas particulares: maestros que enseñaban en su casa con

autorización del Cabildo, generalmente a hijos de comerciantes y gente acomodada de las cuidades. Universidades: San Marcos, Córdoba y Chuquisaca.

En 1780, en Córdoba, el obispo José Antonio de San Alberto comenzó a formar a los curas como docentes. Se les proporcionaban (omenidos tales como educación para el trabajo, religión, horarios y inctodologismo. San Alberto creía necesario que la Iglesia encabezara el proceso inevitable de modernización, pues de lo contrario avanzaría rl liberalismo. Hizo crecer considerablemente los establecimientos rducatívos del Noroeste y sentó las bases del futuro sistema escolar de esa región. El obispo encabezó al clero de la región en su oposición cerrada a Túpac Amaru, quien proponía retomar los elementos más democráticos del Imperio Inca y liberarse de los españoles. Cuando Túpac Amaru fue descuartizado, el obispo echó a sonar las campanas lie todas sus parroquias. Cuando estalló la Revolución Francesa, San Alberto envió al papa Pío VI una Carta Consolatoria, dándole el peíame. También temía el avance inglés y protestante. Pero esa misma aversión lo impulsó a realizar experiencias educacionales de comunicación con los quechuas y aimaras, que resistían encerrados cu su cultura, y a proponer la fundación de escuelas públicas. San Alberto, un hombre vinculado a los intereses del Estado español, liubía comprendido el concepto de espacio público y el papel que icnía la educación en la modernidad, y quería levantar un dique contra el avance del liberalismo. Las propuestas de educación del pueblo para el trabajo que produjeron los hombres de la Ilustración española tuvieron limitado ei'o en estos lares. Fue un informe de Pedro Rodríguez de t ¡iimpomanes el que decidió la expulsión de los jesuitas en 1767. La reforma económica era el objetivo de los ilustrados, pero advertían que el obstáculo radicaba en la ignorancia del pueblo. Gaspar Melchor ele Jovellanos y fray Benito Jerónimo Feijoó se ocuparon de la educación popular y de la formación de una capa de plebeyos I rebajadores. Campomanes quería instruir al conjunto para que aceptara el orden social y contribuyera a la modernización de las formas de producción. Según él, la escritura era un medio adecuado para_ lograr el autocontrol de la gente. La Ilustración española promovió la creación de las Sociedades de Amigos del país, que en nuestra región fueron probablemente antecedentes de las sociedades populares de educación, que cumplieron una labor muy importante desde mediados del siglo XIX. La economía, las ciencias exactas, físicas y naturales, el dibujo y las lenguas vivas llegaron a las universidades latinoamericanas en esta época, pero quedaron allí encerradas. La ciencia de Newton y Ia_ filosofía de Descartes fueron incorporadas a los programas de estudio de varias universidades y, según algunos autores, en muchas de ellas los contenidos de la enseñanza fueron paralelos a los de las universidades europeas. En 1783 en el viejo Colegio de San Ignacio, en Buenos Aires, se instalaron los primeros estudios reales y luego el Real Convictorio de San Carlos, atendido por canónigos. En 1800 Carlos IV elevó la institución a la categoría de Real Universidad de San Carlos y Nuestra Señora de Monserrat, y en 1807 ordenó entregarla al clero secular. El virrey Liniers designó rector al deán Gregorio Funes. Mucho había cambiado la sociedad desde que Francisco del Puerto, único sobreviviente de la expedición de Juan díaz de Solís al Río de la Plata en 1516, llevó a Europa los primeros relatos sobre los habitantes y la naturaleza de la zona. Buenos Aires había reemplazado a Lima como boca comercial de salida hacia Europa, hundiendo las economías regionales del Noroeste e inaugurando la hegemonía del Litoral.' La composición de la población del virreinato se había vuelto más compleja. Había políticos y administradores del gobierno; comerciantes porteños y de las ciudades importantes; ganaderos; artesanos; gauchos; miserables agricultores; indios y negros, que cumplían las funciones más duras. Se habían producido, grandes transformaciones culturales. Pero el acceso a la educación era profundamente desigual. Las castas (negros, mulatos, zambos, cuarterones) estuvieron excluidas de todos los institutos de enseñanza^ Testimonio del fuerte arraigo del prejuicio racista es la historia del Hiato Ambrosio Millicay, de quien consta en los libros capitulares • Catamarca que fue azotado en la plaza pública   «un liberto que sabía leer y escribir" aceptara el orden social y contribuyera a la modernización de las formas de producción. Según él, la escritura era un medio adecuado para_ lograr el autocontrol de la gente. La Ilustración española promovió la creación de las Sociedades de Amigos del país, que en nuestra región fueron probablemente antecedentes de las sociedades populares de educación, que cumplieron una labor muy importante desde mediados del siglo XIX. La economía, las ciencias exactas, físicas y naturales, el dibujo y las lenguas vivas llegaron a las universidades latinoamericanas en esta época, pero quedaron allí encerradas. La ciencia de Newton y Ia_ filosofía de Descartes fueron incorporadas a los programas de estudio de varias universidades y, según algunos autores, en muchas de ellas los contenidos de la enseñanza fueron paralelos a los de las universidades europeas. En 1783 en el viejo Colegio de San Ignacio, en Buenos Aires, se instalaron los primeros estudios reales y luego el Real Convictorio de San Carlos, atendido por canónigos. En 1800 Carlos IV elevó la institución a la categoría de Real Universidad de San Carlos y Nuestra Señora de Monserrat, y en 1807 ordenó entregarla al clero secular. El virrey Liniers designó rector al deán Gregorio Funes. Mucho había cambiado la sociedad desde que Francisco del Puerto, único sobreviviente de la expedición de Juan díaz de Solís al Río de la Plata en 1516, llevó a Europa los primeros relatos sobre los habitantes y la naturaleza de la zona. Buenos Aires había reemplazado a Lima como boca comercial de salida hacia Europa, hundiendo las economías regionales del Noroeste e inaugurando la hegemonía del Litoral.' La composición de la población del virreinato se había vuelto más compleja. Había políticos y administradores del gobierno; comerciantes porteños y de las ciudades importantes; ganaderos; artesanos; gauchos; miserables agricultores; indios y negros, que cumplían las funciones más duras. Se habían producido, grandes transformaciones culturales. Pero el acceso a la educación era profundamente desigual. Las castas (negros, mulatos, zambos, cuarterones) estuvieron excluidas de todos los institutos de enseñanza^ Testimonio del fuerte arraigo del prejuicio racista es la historia del


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La formación del sujeto independiente libertad o resignación

Libertad o resignación La modernización borbónica no sólo fue insuficiente, sino que llegó cuando ya había ocurrido el hecho irreversible: los hispanoamericanos habían comenzado a visualizarse como sujetos independientes. Muchos jóvenes, hijos de familias ricas, estaban informados de lo que ocurría en el exterior, porque eran comerciantes exportadores, leían los libros que llegaban de contrabando, habían estudiado en las universidades europeas o en las de Lima y de Chuquisaca o Charcas. La utopía de independizarse de la opresión colonial e ingresar en el libre concierto de las naciones avanzadas comenzaba a crecer entre ellos En 1777 el mexicano Juan José de Vértiz asumió la titularidad del virreinato del Río de la Plata e hizo reformas culturales, educacionales y asistenciales. Para las clases pudientes levantó la Casa de Comedias y consiguió permiso del Rey para fundar una universidad. Abrió el Real Colegio de San Carlos que puso bajo la dirección del canónigo Juan Baltasar Maciel, un criollo enemigo de los jesuitas. La lucha entre las viejas ideas y el resplandor de un nuevo mundo conmovía también a los hombres de la Iglesia, Había curas progresistas y curas conservadores. Fray José Antonio de San Alberto debió tolerar a su secretario, el canónigo Matías Terrazas, quien no solamente tenía una de las mejores bibliotecas de la ciudad de Chuquisaca, sino que se proveía de cuanto libro lograba sacar de las garras de la censura que comandaba San Alberto y que, por otra parte, el mismo Terrazas no rechazaba. En 1800 llegó a Charcas Mariano Moreno. Era hijo de un modesto empleado y había estudiado en Buenos Aires en la Escuela del Rey y luego en el Colegio de San Carlos. Había pasado muchas horas leyendo en la biblioteca de fray Cayetano Rodrigue. En esa época los estudiantes que llegaban se alojaban en residencias de familia; Moreno lo hizo en la casa de Terrazas para estudiar derecho en la Real y Pontificia Universidad de Chuquisaca. El joven porteño leyó allí ávidamente a Montesquieu, Locke, Rousseau, Jovellanos, y probablemente a Diderot y D'Alembert, directores de la Enciclopedia francesa. Lo conflictuó profundamente la polémica sobre los "justos títulos" y se detuvo a analizar el derecho indiano. A diferencia del joven Moreno, gran parte de quienes tenían ideas independentistas carecían de una convicción profunda respecto a la necesidad de construir el país con esfuerzo, sacrificio y medios propios. El virreinato se venía abajo. Algunos sectores acomodados sólo alcanzaban a imaginar a un nuevo sujeto europeo ocupando el lugar que dejaba la corona hispánica. En Latinoamérica muchos concebían la independencia de España pero no aceptaban el desafio de construir una nueva sociedad por caminos autónomos. Pero no todos los criollos se sentían incapaces de gobernarse a sí mismos y crecía la esperanza de trabajar y dirigir un país propio. Manuel Belgrano imaginó un país de gente laboriosa, que cultivara la tierra, explotara las minas y produjera manufacturas. Influido por los fisiócratas ingleses, consideraba que la agricultura era la base de la riqueza. Cuando fue nombrado secretario del Consulado de Comercio de Buenos Aires en 1793, creó las escuelas de náutica y minería. Fundó la Sociedad Patriótica, Literaria y Económica, proyecto que vinculaba el progreso económico con el estímulo a la educación. Siendo vocal de la Primera Junta Patria, fundó la Escuela de Matemáticas, para formar técnicos en el campo de las ingenierías. Cuando la Junta le encomendó la creación de cuatro escuelas durante su campaña militar, Belgrano dictó un Reglamento para las escuelas del Norte. En él se determinaba que los establecimientos debían ser estatales y administrados por los Ayuntamientos y en su entrada debían fijarse las armas de la Soberana Asamblea Nacional Constituyente del Año 1813: un ritual de enorme significación porque distinguía la escuela del naciente Estado argentino, de las parroquiales y de las viejas escuelas del Rey que agonizaban en los municipios o revivían como Escuelas de la Patria. Belgrano había escrito en el Reglamento que en la enseñanza el espíritu nacional prevalecería sobre lo extranjero. Preveía que los salarios docentes y los aportes para niños pobres fueran pagados por conducto del Gobernador del pueblo. Indicaba que la provisión de los cargos se haría por oposición, a partir de una pública convocatoria. Belgrano entendía que la educación pública era condición para tener una sociedad independiente. Al mismo tiempo, en el Reglamento otorgaba un papel central a la religión católica en las escuelas y especificaba los horarios diarios de misa y las oraciones que se debían rezar: cada día al concluir la escuela, las letanías a Nuestra Señora de las Mercedes y él sábado un tercio del Rosario. Se limitaba el autoritarismo pedagógico colonial, al mismo tiempo que se introducían elementos de control de las conductas que muchas décadas después desarrollarían los pedagogos positivistas: los niños entrarían a la escuela conducidos por sus maestros, escribirían sólo dos planas por día, ninguna de las cuales pasaría de una cuartilla; durante el resto del tiempo leerían libros, estudiarían la doctrina cristina, la Aritmética y la Gramática Castellana. El modelo disciplinario era más avanzado que el colonial: sólo se podría imponer como penitencia que los chicos se pusieran de rodillas, pero no se les expondría ya a la vergüenza pública de permanecer en cuatro pies o en posición impropia; sólo se les podrían aplicar seis azotes, con excepción de casos graves en los cuales se podría llegar a los doce, pero fuera de la vista de los compañeros. Este documento marca una transición entre la modalidad educativa colonial, con sus valores y rituales, y una educación independiente y progresista. Al leer el texto se tiene la impresión de que Belgrano hizo tachaduras sobre los viejos reglamentos escolares tradicionales y comenzó a diseñar sobre ellos una nueva idea pedagógica. Resulta evidente que la cultura independiente sólo podía construirse como producto de la conjunción de los trozos de la vieja cultura colonial con los aportes modernos.

Conservadores y liberales

El conocido enfrentamiento entre Cornelio Saavedra y Mariano Moreno se reflejó también en distintas opciones pedagógicas. El primero prefería la concepción colonial; el segundo abría las puertas a la educación de ciudadanos modernos y democráticos. Moreno hizo traducir una parte del Contrato Social de Rousseau y ordenó que se lo leyera en todas las escuelas. Después de su misteriosa muerte la Primera Junta, copada por los conservadores, sacó una resolución prohibiendo esas lecturas.

 Saavedra y Moreno tenían posiciones diferentes sobre los derechos de los indios, sobre el alcance de la liberación de España, sobre el uso de la prensa y sobre los contenidos de la educación. Moreno otorgaba un papel pedagógico a La Gazeta, el primer periódico patrio, que había fundado en 1810. Según él la libertad de escribir y de pensar, así como el derecho a la información por parte del pueblo y de las provincias, eran indispensables para consolidar el proceso de independencia.

Para poder ubicar a Belgrano, Moreno y a otras expresiones del liberalismo en educación, es conveniente decir que esa corriente de pensamiento no tuvo un discurso único en la pedagogía latinoamericana. En la primera mitad del siglo XIX se puede distinguir entre:

 Una pedagogía liberal radicalizada, muy influida por Rousseau y por los socialistas utópicos. Sostenía la educación del pueblo como base de un sistema educativo progresista para naciones libres. Esa pedagogía era antirracista, democrática en los métodos de enseñanza y disciplina e inclinada hacia el laicismo y el anticlericalismo. Algunos de sus exponentes de alcance latinoamericano fueron el venezolano Simón Rodríguez, maestro de Bolívar, y en la Argentina Moreno y el presbítero Gorriti.

Una educación federalista popular con elementos liberales. Los caudillos Artigas, Bustos, López, Ramírez, los Heredia, Ferré y Molina desarrollaron experiencias semejantes a la reforma educativa que puso en marcha en la misma época el caudillo nacionalista popular Francisco Solano López. Una postura educacional semejante sostuvo el caudillo entrerriano Justo José de Urquiza. Quisieron desarrollar una educación moderna apoyándose en la participación de la sociedad civil y en la cultura de los pueblos. Imaginaban una pedagogía federalista popular que adoptara el sistema educativo liberal moderno.

La pedagogía de la generación liberal de 1857, y en particular la de Sarmiento, que era moderadamente liberal pues partía de la exclusión de los indios y la descalificación de toda expresión cultural popular. Rechazaba la herencia hispánica y propugnaba la europeización de la cultura y la adopción del modelo educativo norteamericano. Proponía un sistema de educación pública escolarizado que abarcaba a toda la población y que se fundaba en los criterios pedagógicos más democráticos de la época.

La pedagogía liberal oligárquica. Encabezados por Rivadavia, muchos liberales porteños, que pertenecían a la oligarquía, querían modernizar el sistema, importando la estructura y la ideología más elitista de la experiencia educativa francesa; Bartolomé Mitre continuaría luego esa tendencia. Para tener un cuadro completo de las corrientes de la época debe agregarse: La pedagogía tradicionalista colonial anti-independentista, dirigida por los sectores prohispánicos de la Iglesia Católica. Era el viejo bloque pedagógico, que defendía la educación colonial clerical y rechazaba la educación de los indios y los mestizos.

A comienzos de siglo XIX, el sistema escolar moderno estaba todavía en germen. En Francia la sociedad no había terminado de concebirlo y aún tenía un gran poder la vieja estructura educativa tradicional, que se apoyaba en la Iglesia y en la familia. En el continente europeo que se modernizaba hacía falta que la gente incorporara una nueva forma de interpretar la realidad y de vincularse con ella, para que los cambios fueran sostenidos; la educación pública tenía un rol central en ese proceso. La generación de lo público requería de un espacio y un tiempo específicos. Era necesario institucionalizar las experiencias de enseñanza-aprendizaje que formaban a los ciudadanos sobre la base de las categorías centrales de la ideología moderna: individuo, razón y progreso. En el continente europeo se multiplicaban las escuelas de formación de maestros inspiradas en las ideas de Pestalozzi, en tanto los ingleses más avanzados admiraban el método inventado por los calvinistas Bell y Lancaster, que tuvo amplia difusión en América Latina.

Tanto los liberales porteños como los sectores progresistas del interior recibieron con avidez la información sobre los avances de la modernización pedagógica europea y norteamericana. Pero los rituales, los métodos y los contenidos de la enseñanza, las normas disciplinarias y las costumbres escolares, fueron cambiando lentamente durante todo el siglo XIX.

 El culto católico se combinó con el culto a los símbolos de la Patria. El Reglamento Escolar de Córdoba de 1813 establecía que los sábados por la tarde los niños asistirían a la lección de doctrina cristina con el catecismo de Astete y luego se les enseñaría una canción patriótica a seis voces. La estructura del vínculo pedagógico siguió el modelo de la evangelización: los conocimientos adquiridos por los alumnos en su comunidad eran descalificados y en cambio se les exigía una fe plena hacia las verdades que les transmitía la escuela, sin mayor explicación. El proceso de enseñanza-aprendizaje, basado en la revelación, luchaba por persistir frente al avance de una pedagogía que se apoyaba en la construcción sistemática del saber.

La Asamblea Constituyente del año 1813 dio un paso importante en la modernización pues abolió los castigos corporales en los establecimientos educativos. Desde los años de las luchas por la independencia hasta la década de 1880, tanto los liberales como muchos caudillos populares hicieron esfuerzos por crear el sistema escolar público. Este tema ha sido arduamente discutido por los historiadores argentinos. Es probable que un nudo central del problema se encuentre en las diferentes posiciones de los caudillos. Desatarlo ayudará a develar el conjunto de las polémicas pedagógicas de la época.

¿Cómo debe ser la escuela de la patria?

 La concepción democrática y popular se encuentra ya en el Reglamento de Artigas -que da continuidad a las ideas educativas de Manuel Belgrano-, en el Reglamento de Córdoba y en la obra educacional de varios caudillos. Pero no todas aprobaron la modernización educativa. En ellos aparecen ideologías pedagógicas contrapuestas: la tradicionalista y la liberal. Facundo Quiroga y Juan Manuel de Rosas, representantes de la primera, sostenían la estructura educativa colonial. Artigas (Uruguay), Bustos (Córdoba), López (Santa Fe), Alejandro Heredia (Tucumán), Félix Heredia (Salta), Molina (Mendoza), Ferré (Corrientes), Ramírez (Entre Ríos) y Urquiza (Entre Ríos), adoptaron la idea de construir un sistema educativo estatal. Avanzaron sobre el monopolio educativo eclesiástico desarrollando la instrucción pública e implantaron la obligatoriedad y gratuidad.

 Diferentes elementos se articularon en la concepción pedagógica de los caudillos progresistas y de los caudillos conservadores populares. Los primeros combinaron federalismo, primacía del Estado, religiosidad y participación popular, otorgando poder a las Juntas Protectoras y adoptando métodos modernos, contenidos científicos y cierta dosis de libertad ideológica. Los segundos pretendían quitar al Estado la responsabilidad en el financiamiento, otorgar el papel de policía al gobierno en materia ideológica, restar poder a las Juntas e incluir contenidos conservadores católicos y métodos tradicionales.

Artigas quiso traer al Río de la Plata el método Lancaster, uno de los más avanzados de Europa. El Lancaster había sido difundido en Buenos Aires por noticias publicadas en La Gazeta y El Censor en 1816. El nuevo método requería de pocos docentes, escasos en aquellos tiempos, pues contaba con monitores, que eran los alumnos aventajados. Consistía en dividir a los educandos en clases de lectura, escritura y matemáticas y ponerlos a cargo de los monitores. En el Lancaster se desdibujaba la relación educativa tradicional y se introducía una concepción moderna, coherente con la lógica de la naciente sociedad industrial. Respondía a las necesidades de los que pretendían instruir en gran escala para responder a las transformaciones que estaba sufriendo el sistema de producción y ha recibido muchas críticas por esa razón. Simón Rodríguez, que había viajado mucho y enseñado hasta en una escuelita de Rusia, Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Tel: (0221) 425-1800 Departamento de Apoyo Documental e-mail: documentacionfeb@uol.sinectis.com.ar Pág.11 criticaba duramente el método porque pretendía instruir con finalidades económicas a una "morralla" de chicos a la vez. No está claro si el método se llegó a utilizar en tiempos de Artigas, pero quedó instalada su posibilidad en la imaginación de los educadores progresistas de la época.

Los gérmenes del sistema escolar

En la misma línea de Artigas se ubicó el caudillo santafesino Estanislao López respecto a la educación. Cuando fue elegido gobernador de Santa Fe en 1818, recibió una escuela de los padres mercedarios, una de los dominicos y otra de los franciscanos. También, una escuelita en Rosario y otra en la ciudad de Santa Fe. López era un hombre culto, que tenía ideas ilustradas y admiraba el utilitarismo inglés. Consideraba importante a la religión para la educación moral del ciudadano. El gobierno santafesino de López dictó legislación específicamente educativa. Fue muy avanzado al concebir la instrucción como un problema de orden público, diferenciado de las cuestiones eclesiásticas y de la educación familiar. Durante la administración de López se construyeron edificios escolares (en Coronda, 1822; Rincón, 1832; Sauce, 1838). En 1822 el diputado santafesino Juan Francisco Seguí anunció al gobernador López que Santa Fe tendría una visita: la de Diego Thompson, difusor del método Lancaster en América. El caudillo se entusiasmó y pronto el Lancaster estaba instalado en las escuelas santafesinas. Los contenidos también fueron materia del interés estatal. Se sacó una resolución por la cual era obligatorio enseñar latín, primeras letras, aritmética, geografía, historia americana y filosofía.

Como tenía bastante clara la idea de sistema escolar, articuló los establecimientos diseñando un protosistema, con escuelas graduadas. Estaba compuesto por:

Escuelas para varones donde se enseñaba cálculo, primeras letras, costura, moral, buenas costumbres y doctrina cristina;

Una escuela para niñas, a cargo de la maestra lancasteriana francesa Amelia Magignoni de Revec;

Una escuela de oficios para varones, de nivel medio, donde enseñaban artes mecánicas como carpintería, herrería, relojería y escuela de pintura; Institutos secundarios para varones (con cátedras de latinidad, filosofía, geografía e historia americana);

El Gimnasio, con dos niveles, primario y medio para varones. Estuvo organizado mediante el método Lancaster y llegó a tener 64 alumnos. Se lo consideraba gemelo del Colegio de Ciencias Morales que fundó Rivadavia en Buenos Aires;

Instituto Literario de San Jerónimo I, que se dedicaba a la enseñanza primaria pero tenía también una cátedra de filosofía y otra de latinidad; para él había sido acondicionado el edificio de la Merced.

Las Juntas Protectoras de Escuelas

La modernización educativa impulsada por los caudillos progresistas se apoyaba en una institución de extraordinario valor: las juntas Protectoras de la Educación. Las Juntas Protectoras de la Educación apoyaban la labor de las escuelas y difundían la educación moderna. Así es que los vecinos preclaros de las poblaciones del interior eran convocados a hacerse responsables de la recaudación de impuestos para el sostenimiento, la administración de los fondos y la atención a los niños pobres. Una de las experiencias más avanzadas fue la del gobernador Juan Bautista Bustos quién asumió la gobernación de Córdoba en 1820, pocos días después de que la provincia fuera declarada independiente, soberana y libre por una Asamblea de Representantes de todos los distritos. En 1822 creó una Junta Protectora de Escuelas encargada de fundar un establecimiento en cada curato y distrito de la campaña. Bustos impuso el pago de 3 reales y medio por cabeza de ganado destinado al consumo en la ciudad, como impuesto para la educación. Con esos impuestos creó un fondo permanente para el mismo rubro, lo cual fue otra medida precursora de la Ley 1420: fondo permanente escolar, con rendición y publicidad de los gastos realizados.

La organización educativa que estableció el caudillo cordobés era muy avanzada para la época. Nótese que la Junta era un organismo, intermedio entre un Ministerio de Educación y un Consejo de Educación y que puede considerarse un antecedente de los organismos que se sancionaron en la ley 1420. La Iglesia tenía su máximo poder en la Universidad; en la educación común debía compartir su influencia con representantes del Estado (jueces, maestros laicos, director, procurador, alcalde) y con los vecinos. También los gobiernos de Alejandro Heredia en Tucumán y Felipe Heredia en Salta establecieron Juntas o Sociedades Protectoras de la Educación.

El modelo más avanzado

Durante la gobernación de Justo José de Urquiza se consolidó el sistema de educación público entrerriano. En Entre Ríos la lucha entre la Iglesia y el Estado por el control de la educación había tenido su momento culminante en 1825, a raíz del decreto que prohibía el establecimiento de órdenes religiosas en todo el territorio provincial.

Urquiza y su Inspector General de Escuelas, el uruguayo Marcos Sastre; impulsaron la educación primaria pública y privada y la formación de comisiones inspectoras y comisiones protectoras de las escuelas en toda la provincia. Es famoso el Reglamento elaborado por Sastre porque respetaba las inclinaciones naturales del niño, eliminaba los castigos corporales y establecía requisitos que apuntaban a un perfil marcadamente profesional del maestro. Fue muy avanzado en materia de administración educativa: describía los registros escolares, fijaba la edad de escolaridad obligatoria (varones de 7 a 15 años y mujeres de 6 a 14), establecía la duración de las jornadas escolares en 6 horas para las varones y 7 para las mujeres, la distribución en dos turnos y el período de vacaciones entre el 22 de diciembre y el 6 de enero, y otros detalles que hacen a la organización de un sistema educativo moderno. Definía como función de la escuela la de modelar el carácter futuro del hombre. Abolía los castigos corporales y los premios. Establecía las condiciones para la designación y las obligaciones de los docentes, que debían ser católicos, tener buenas costumbres y carácter e instrucción suficientes.

En 1849 Urquiza fundo el Colegio de Concepción del Uruguay cuyo rasgo fundamental fue su sentido nacional.

 

 

 

Las corrientes pedagógicas que lucharon en el origen de nuestra indepencia

Actividad 

Continuamos reconociendo parte de nuestra historia para lo cual deberemos leer esta selección de Adriana Puigros teniendo como guia las siguientes preguntas

¿que eran las escuelas de la patria en principio y que se esperaba que sean?

¿ cuales fueron las pedagogías mas importantes y cuales sus referentes?

¿Cual considera usted hubiese sido para aquellos momentos la mas adecuada y por que?

¿que era el método Lancaster?

¿a que  llama la autora germenes del sistema escolar?

¿por que fueron importantes las juntas protectoras?

 ¿Como era la educación en Entre Rios?

Luego mire el video del siguiente link

 https://www.youtube.com/watch?v=T6cRM6uCFxw

Capítulo 01: El pueblo en armas (1806-1820) - Ver La Historia

¿que reflexion puede hacer de la epoca y los conflictos en la formación de una independencia?